Dime que amas y te diré quien eres.
Vivimos en la era de la personalización. El algoritmo de Netflix sabe qué serie te enganchará. Spotify crea la lista de reproducción perfecta para tu estado de ánimo. Instagram te muestra exactamente los productos que no sabías que necesitabas. Todo a nuestro alrededor está diseñado para reflejar nuestros gustos, nuestros clics, nuestros deseos.
Pero, ¿alguna vez te has detenido a pensar en el algoritmo original, el que realmente define tu realidad, tu felicidad y tu forma de estar en el mundo?
Hace más de 1.600 años, en medio de la crisis y caída del Imperio Romano, un filósofo llamado Agustín de Hipona se hizo la pregunta fundamental que sigue siendo la más relevante de todas: "¿Qué es lo que realmente amas?".
La respuesta, según él, es la fuerza que construye o destruye tu vida.
El Corazón Inquieto: El GPS de tu Alma
Agustín comienza una de sus obras maestras, las Confesiones, con una frase que resuena a través de los siglos: "Nos hiciste, Señor, para Ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti".
Más allá de la connotación puramente religiosa, lo que Agustín describe es una condición humana universal. ¿Sientes esa "inquietud"? Es esa sensación de que algo falta, incluso cuando tienes todo lo que se supone que deberías desear. Es el motor de la búsqueda humana, esa voz interior que te dice que hay "algo más". Para Agustín, esta inquietud no es un error del sistema; es un GPS que nos orienta.
Los Dos Amores que Construyen tu Mundo
Aquí es donde la cosa se pone interesante. Agustín no se conforma con decir "sigue a tu corazón". Él nos advierte que el corazón puede amar cosas muy distintas, y esos amores son los que edifican dos "ciudades" completamente diferentes, no en un mapa, sino dentro de nosotros y a nuestro alrededor.
1. La Ciudad del Amor Propio (Hasta el Desprecio de lo demás)
Esta es la ciudad que construimos cuando nuestro amor fundamental se dirige hacia nosotros mismos de forma egoísta. Es el amor por el estatus, la validación externa, el placer momentáneo y el poder.
- En el siglo XXI, esta ciudad se parece a:
- La obsesión por los likes y la validación en redes sociales.
- La necesidad de tener siempre la razón en una discusión.
- La acumulación de bienes materiales como medida del éxito.
- La búsqueda del placer por el placer, aunque nos deje vacíos.
Agustín mismo confesó haber vivido aquí. En un famoso pasaje, cuenta cómo robó unas peras no porque tuviera hambre, sino por el simple placer de hacer algo prohibido, por el amor a su propia "perdición". ¿Te suena? Es el clic en el chisme, el comentario hiriente que hacemos por ingenio, el pequeño acto egoísta que nos da una extraña y fugaz satisfacción. Esta ciudad, advierte Agustín, aunque parezca brillante, a la larga genera angustia y conflicto.
2. La Ciudad del Amor Superior (Hasta el Desprecio del Propio Ego)
Frente a la anterior, se alza otra ciudad. Agustín la llama la Ciudad de Dios, pero podemos entenderla como la comunidad que se construye con un amor ordenado. Es el amor a algo más grande que uno mismo: la justicia, la verdad, la comunidad, la creatividad, el bien común.
- Hoy en día, esta ciudad se manifiesta cuando:
- Dedicas tiempo a escuchar a un amigo que lo necesita.
- Te esfuerzas en tu trabajo no solo por el sueldo, sino porque crees en lo que haces.
- Prefieres la colaboración a la competencia destructiva.
- Encuentras una profunda paz en la naturaleza, el arte o ayudando a otros.
Esta ciudad se funda en la caritas (caridad, amor desinteresado) y no en la cupiditas (deseo egoísta). Es el amor que nos saca de nosotros mismos y nos conecta con los demás y con un propósito trascendente.
Entonces, ¿en qué ciudad vives?
La genialidad de Agustín es que estas dos ciudades no son lugares lejanos. Coexisten aquí y ahora, y la batalla entre ellas se libra cada día en el territorio de nuestro corazón.
Cada elección que haces, cada lugar donde pones tu atención, es un ladrillo que usas para construir una de las dos.
- Pregúntate:
- ¿Qué domina tus pensamientos al despertar y al dormir?
- ¿En qué inviertes tu tiempo, tu energía y tu dinero?
- ¿Qué conversaciones te llenan de energía y cuáles te la roban?
- Al final del día, ¿qué te trajo una paz duradera y qué fue solo un alivio temporal?
La filosofía de Agustín no es un juicio, sino una invitación a la auto-observación honesta, a ese "viaje interior" donde, según él, habita la verdad. Nos recuerda que no somos víctimas pasivas de las circunstancias. Somos arquitectos. Y la materia prima de nuestra obra es aquello que amamos.
Así que la próxima vez que te sientas inquieto o perdido en el ruido del mundo, detente y hazte la pregunta agustiniana: De todo lo que hago, digo y pienso, ¿qué estoy amando realmente en este momento?
La respuesta no solo te dirá quién eres. Te mostrará el camino a casa.