¿Tu Mente es la Playa Mansa o la Brava? Una Guía Estoica para Navegar tus Emociones (con la ayuda de Séneca)
Un mar adentro: las dos playas que viven en tu cabeza
Quienes vivimos acá lo sabemos bien. Maldonado tiene dos caras, dos mares, dos temperamentos. La calma casi predecible de la Mansa, donde las olas mueren con un susurro en la orilla. Y enfrente, la Brava, con su carácter impredecible, su energía. Pura vida.
Ahora, para y piensa en tu propia mente. En el día a día, ¿a cuál se parece más? ¿Es un remanso de paz o un vaivén de olas emocionales que amenazan con revolcarte? Seamos sinceros, a menudo sentimos que somos simples náufragos de esas olas: la ansiedad, el enojo, la tristeza.
La buena noticia es que no estamos solos en esto. Una valiente filósofa romana, Porcia, y maestros como Séneca, nos dejaron un mapa de navegación hace más de dos mil años. Y su propuesta no es, curiosamente, controlar el mar, sino aprender a ser el mejor capitán de nuestro barco.
El mapa del navegante: una regla para cambiarlo todo
La idea central del estoicismo es tan simple que asusta, pero puede cambiarlo todo: hay cosas que controlamos y cosas que no. Punto. Parece una obviedad, pero ¿cuánta energía se nos escapa cada día luchando contra lo que no podemos cambiar?
El gran filósofo Séneca lo veía con una claridad brutal. Su queja era siempre la misma: no es que tengamos poco tiempo, sino que lo malgastamos. Vaya si tenía razón. Lo perdemos en futuros que no han llegado y en pasados que ya no existen. Para él, la vida de verdad ocurre aquí y ahora, en el único metro cuadrado donde tenemos poder: nuestras decisiones.
Porcia lo vivió en carne propia. Con Roma pendiendo de un hilo y su esposo Bruto carcomido por la duda, ella entendió que no podía cambiar el destino. ¿Qué sí podía hacer? Ser su propio puerto seguro. Controlar su fortaleza, sus palabras, su apoyo incondicional. Eso era todo, y era suficiente.
El kit de primeros auxilios de Séneca: tres herramientas para la tormenta
Para no quedarnos solo en la teoría, Séneca nos dejó un "botiquín" de herramientas mentales para usar cuando la marea sube. Aquí tienes tres de las más potentes:
1. El "ensayo" mental contra la sorpresa (Premeditatio Malorum). ¿Tienes una reunión importante? ¿Un evento familiar? Antes de que ocurra, dedica un minuto a imaginar lo peor que podría pasar de forma realista. El cliente rechaza tu propuesta, tu cuñado hace un comentario molesto, se larga a llover en pleno asado. Ojo, la idea no es volverse un amargado. Es todo lo contrario: le quitas el poder a la sorpresa. Si ya lo "ensayaste" en tu mente, el golpe es menor y tu capacidad de respuesta es mayor. Es el pescador que no reza para que no haya tormenta, sino que revisa el barco sabiendo que es una posibilidad.
2. La "vista desde arriba" para reducir la ansiedad. Cuando un problema te parezca un monstruo gigante, prueba esto: cierra los ojos e imagina que te elevas. Sube por encima de tu casa, de tu barrio. Mira la península desde arriba, con la Mansa y la Brava como dos simples curvas de arena. Sigue subiendo. Ves Uruguay, luego el continente, hasta que la Tierra es una esfera azul y silenciosa. Desde esa perspectiva cósmica, ese problema que te ahogaba, ¿sigue siendo tan grande? Esta técnica no elimina el problema, pero lo pone en su justa dimensión, devolviéndote el aire y la perspectiva.
3. El "diario de bitácora" al final del día. Séneca, cada noche antes de dormir, se convertía en su propio juez y abogado. Se preguntaba: "¿Qué mal hábito he corregido hoy? ¿A qué tentación me he resistido? ¿En qué soy un poco mejor?". No se trata de castigarse, sino de hacer un balance de bitácora, como un buen capitán. Es un diálogo honesto contigo mismo para asegurarte de que, sin importar los vientos externos, tu barco interior avanza en la dirección que tú has elegido.
Al final, la calma no está en el mar, sino en quien lleva el timón
Y que nadie se confunda: esto no se trata de convertirnos en robots sin emociones. Se trata de entender que las emociones, muchas veces, son el resultado de nuestros juicios. Si piensas que la lluvia "arruinó" tu día, sentirás frustración. Si la ves como simple agua que cae del cielo, encontrarás la calma para disfrutar de otra cosa.
La próxima vez que una ola de ansiedad o enojo te suba por el pecho, abre tu kit de primeros auxilios. Haz el ensayo mental, sube a la vista de pájaro o espera a tu balance nocturno.
No siempre podremos elegir tener una mente de Playa Mansa; la vida tiene sus días de Brava. Pero siempre —y digo siempre— podemos elegir ser ese capitán. Ese que, con la mirada clavada en el horizonte, entiende que la libertad no es que no haya olas. La verdadera libertad es saber navegar la que te toque.
Claudia González